Desde que puedo recordar, siempre tuve un pie (y un ojo) más allá del velo.
O… ¿Es al revés? Solo un pie y un ojo aquí…
El hecho es que me siento ajeno a este mundo, a la vez que obligado por él.
Esa doble pertenencia, mucho tiempo vivida como una maldición, acabó cobrando sentido, gracias a la Astrología.
Realicé estudios de astrofísica (entre otros) para intentar entender la mecánica celeste y para finalmente darme cuenta que la falta de visión global, simbólica y poética del Cosmos, me era insoportable.
Años de extravío más tarde, como una evidencia caída de los Cielos, pero que siempre había estado presente, esta ciencia sagrada que es la Astrología se presentó a mí. Absorbía ese idioma de los Astros como una lengua materna que reencontraríamos después de años en el extranjero.
Y de la misma forma que la Astrología me ayudó, deseo ayudar a los demás con la Astrología.
Hago parte de los que vagan bajo las estrellas, de los que no tienen maestros.
Hago parte de los que se debaten con el Destino.
Hago parte de los que se buscan a ellos mismos, de los que pulen la Piedra.
Hago parte de los que no pueden cesar de caminar.